14.8.13

Letras melancólicas

De nuevo usando un pedazo de espacio virtual para... no sé para qué, pero aquí estoy.

Supongo que es un miércoles cualquiera para la mayoría de las personas, incluso también sería un día común para mí, sin embargo después de despertar y sorprenderme nuevamente de la velocidad con la que pasa el tiempo, mi día 115 se hizo evidente en mi nuevo estilo de vida.

El domingo 21 de abril a las 5:00 pm, después de una comida familiar, tomé la firme decisión de cambiar de residencia. Empecé a subir a mi coche mis libros, ropa, zapatos, computadora, cobijas, utensilios básicos de cocina y un taco de incertidumbre que me comí para digerirlo.

Salí de mi casa el lunes 22 de abril por la mañana, como lo hacía todas las mañanas para irme a trabajar, con la diferencia que dejaba atrás todo lo que me hizo ser lo que soy ahora. Mi infancia, los abrazos, las experiencias insuperables del amor incomparable y único que otorga la familia. Y lo más difícil: no sabía cuándo iba a regresar.

El tiempo, las fechas, los días, la horas. En realidad son factores irrelevantes, pero al contemplarlos con interés genuino, se convierten en situaciones que generan letras melancólicas, de las cuales, para seguir la línea de mi bitácora: soy fan.

Han pasado tantas cosas en éste lapso de tiempo, que no puedo ni quejarme. Me ha ido bien, el Distrito Federal me ha tratado con delicadeza hasta hacerme crecer y mirar con otros ojos las peculiaridades de la vida.

Si antes quería a Durango, ahora lo quiero más. Si antes amaba a mi familia, ahora los amo más. Si antes me gustaban los burritos, ahora me gustan más. Si antes me sentía bendecida, ahora me siento más. Si antes creía que puedo, ahora lo creo más. Si antes era feliz, ahora lo soy más.

Es natural extrañar, pero ha sido un proceso necesario para seguir buscándole nuevas formas a la vida y mejorar nuestro entorno, me siento en mi lugar. No dudo que esto pueda cambiar en cuestión de horas, días, meses o incluso años, porque si algo me caracteriza es la facilidad con la que puedo cambiar de planes y motivos. Finalmente, libre soy. Libres somos.

Tal vez, las letras melancólicas, se generen en otros 115 días de introspección, desde otro ángulo y con nuevas experiencias que contar. Para empezar otra vez.